Dentro del mundo educativo existe actualmente el convencimiento de que, junto con las competencias cognitivas «clásicas», relacionadas con áreas curriculares como las matemáticas o la lengua, hay otro tipo de habilidades de gran trascendencia para el desarrollo personal y para las oportunidades sociales de los niños y los jóvenes del siglo XXI: las denominadas habilidades sociales y emocionales por una parte, y las competencias metacognitivas y regulativas por otra.
Estas habilidades han sido definidas de muchas formas distintas. Por ejemplo, se considerarían competencias socioemocionales aspectos como la consciencia y la gestión personal, la consciencia social y las habilidades relacionales, o la capacidad de tomar decisiones con responsabilidad.
En lo que respecta a las competencias metacognitivas y de autorregulación, suelen mencionarse las estrategias de aprender a aprender, así como elementos relacionados con la motivación, la autonomía, la planificación y el pensamiento crítico.