El día a día de una escuela segregada

Notícies

Cataluña se sitúa entre los diez países con mayor segregación escolar de toda Europa, lo que se ha convertido en uno de los problemas más relevantes y, a la vez, uno de los políticamente más olvidados de la escuela catalana. El día a día de una escuela o instituto segregado es duro, complejo y lleno de dificultades. El despacho de los directores y directoras de los centros están llenos de carpetas con historias personales muy complicadas. Pero hay quien no se rinde. Esta es la historia de algunas escuelas que han dicho basta y se están (re)construyendo. De abajo arriba.

Este artículo forma parte de la revista Magnet, que recoge, a través de la mirada de seis periodistas, el testimonio de los protagonistas del programa y las distintas historias que hay detrás, que marcan un antes y un después en estos centros educativos.

“Esta semana tengo un problema: o me dedico a fondo a hablar y hablar con uno de mis alumnos para que no deje los estudios o respondo a los 200 correos electrónicos de gestión que tengo en la bandeja de entrada”. La directora del Instituto La Ribera, de Montcada i Reixac, Àngels Longan, tiene claro lo que va a hacer. El alumno en cuestión tiene un entorno social y familiar muy problemático. No sacaba malas notas, pero hace un par de años entró en una espiral negativa y ahora dice que quiere dejar los estudios. ¿Qué será de él dentro de diez o quince años? No lo sabemos. Pero el profesorado del instituto, que a menudo tiene que ofrecer también educación social, se volcará para que intente acabar, como mínimo, la ESO.

“Que levanten la mano los que han llegado este año a la escuela…”, pide la directora de la Escuela Tanit, situada al final de una calle estrecha y en pendiente del barrio de Santa Rosa de Santa Coloma. Cuatro o cinco alumnos levantan la mano. Hay uno que no la levanta, y un compañero lo avisa porque no ha entendido la pregunta. La clase tiene unos veinte alumnos, y cinco han llegado hace poco. “Durante este curso, ya hemos acogido a 17 nuevos alumnos en toda la escuela, y eso es un hándicap para un centro que ya cuenta con el 80% de alumnado llegado de fuera”. La ciudad de Santa Coloma solo tiene un 25% de inmigración. El distrito V, donde está ubicada la escuela, tiene poco más del 35% de extranjeros. ¿Y la escuela un 80%? Algo falla.

Estas serán solo dos de las mil batallas diarias que este curso tendrán sobre la mesa los maestros y profesores de los centros con segregación escolar de Cataluña. El objetivo de este artículo es, precisamente, dar a conocer la realidad de estos centros educativos por dentro: con los problemas y, al mismo tiempo, también con las soluciones. Sin tópicos ni intermediarios. Que hablen ellos.

Un problema educativo poco conocido (y a menudo mal explicado)

El problema de la segregación escolar en Cataluña no solo no está disminuyendo, sino que en estos últimos tiempos ha aumentado. El índice de segregación escolar, fenómeno por el que se concentran porcentajes de alumnado de origen inmigrante o de nivel socioeconómico bajo por encima del promedio del barrio, ha aumentado un 13% en los últimos diez años. Según un informe de Save The Children, España se sitúa en el sexto lugar de la clasificación europea con las puntuaciones más altas de este fenómeno. En los últimos años se ha observado un incremento de las diferencias entre escuelas públicas ―y ya no hablemos de las concertadas― debido a que algunos centros escolares han quedado, según explican los profesores que están sobre el terreno, “estigmatizados” por el barrio en el que se encuentran, por los falsos rumores que circulan entre los vecinos y/o por una concentración de alumnado con necesidades educativas especiales o condiciones socioeconómicas complicadas. El problema se ha ido extendiendo en los últimos años por falta de una política decidida de escolarización equilibrada por parte de la Administración.

Todas las escuelas consultadas en este reportaje creen que cuando hablamos de segregación los problemas socioeconómicos son más relevantes que el origen migrante del alumnado. “En la Escuela Tanit de Santa Coloma el problema grave es que tenemos una gran concentración de alumnos con necesidades educativas especiales porque vienen de familias en riesgo social y pobres. Tenemos niños que salen a las 8 de la mañana de su casa para ir a la escuela y que no vuelven hasta las 8 de la tarde porque sus padres trabajan o no pueden ocuparse de ellos”, expone la directora del centro, Montse Ruiz.

Hay estudios que demuestran la preponderancia de la segregación socioeconómica por encima de la segregación étnica. Si bien esta última es la que más preocupa a escala política y social, la segregación de clase es la más invisible y la que tiene un impacto más negativo en la sociedad. Más de 200.000 alumnos estudian en centros con una concentración alta de familias en paro, que perciben la renta mínima o que acaban de llegar al país. En estos centros es donde se concentran los niños y niñas “más vulnerables” de Cataluña y con un riesgo de exclusión social muy elevado.

El “efecto compañero”, rompiendo tópicos sobre los migrantes

Además, algunas escuelas acogen a muchos más alumnos de origen extranjero de lo que les tocaría por los porcentajes de inmigración que hay en su barrio. Lo que para muchas escuelas es un enriquecimiento cultural y de conocimiento de un mundo diverso, para algunos padres se ha convertido en un “problema”. Un buen ejemplo de esta contradicción es la Escuela La Guàrdia, en Sant Vicenç dels Horts: cuenta con unas instalaciones renovadas, un patio grande, un bosque dentro de la escuela, biblioteca infantil, luz natural en las aulas y un proyecto pedagógico innovador; dispone de tabletas con finalidades educativas para los alumnos y cuenta con un profesorado motivado…. Y sin embargo, en estos últimos años la matrícula ha estado disminuyendo. “La sociedad tiene un problema de racismo y xenofobia, y creemos que el hecho de tener alumnos de origen inmigrante hace que algunas familias no quieran venir a la escuela, aunque el alumnado sale con todas las competencias académicas sin problemas”, asegura Josep Jassé, director de la escuela.

La Escuela Joan Maragall, del barrio de la Bordeta de Lleida, también ha sufrido recientemente el mismo tipo de prejuicios: “Algunos padres tienen miedo de que falle el rendimiento académico de sus hijos. Es cierto que cuando llega un nuevo alumno empezamos de cero con él y a veces no nos podemos ni comunicar con él. No es fácil. Pero precisamente por ser un centro de alta complejidad tenemos mucho apoyo en la acogida, menos ratio por aula y un profesorado que vive en un reto continuo por innovar y demostrar el buen trabajo que llevamos a cabo”, defiende su directora, Isabel Santiago. De todos modos, hay que romper tópicos sobre el tema del rendimiento académico: desde Santa Coloma, la directora Montse Ruiz, con treinta años de experiencia en la escuela, explica que “la inmensa mayoría de los alumnos salen adelante”, que “la nota media en las pruebas de sexto de nuestra escuela está casi en la media de Cataluña” y que ―y eso lo dice especialmente orgullosa― “el año pasado, la mejor alumna de las pruebas de toda Santa Coloma fue una niña de padres marroquíes”.

Al contrario de lo que piensa la mayoría de familias, el alumnado de entorno de clase media cuyos padres tienen estudios universitarios no suele empeorar sus notas en una escuela con chicos y chicas de origen inmigrante o de perfil socioeconómico bajo, mientras que el alumnado con estos perfiles sí que incrementa notablemente el éxito escolar si tiene compañeros de familias acomodadas. Es lo que los estudiosos han dado en llamar los beneficios del “efecto compañero”. Según apunta la Fundació Bofill, la segregación escolar reduce las oportunidades educativas del alumnado más desfavorecido y, en cambio, los resultados de los alumnos nativos en escuelas con alta presencia de recién llegados no presentan una diferencia significativa respecto a los de los nativos que no estudian en centros segregados.

Unos maestros implicados al 200%

Hay una cara oculta de la pobreza entre el alumnado: la cuestión emocional y psicológica. Cuando se pregunta por los problemas que tiene el Instituto La Ribera, de Montcada, lo primero que responde su directora, Àngels Longan, es tanto “el porcentaje de alumnado que tiene problemas económicos en casa” como “los problemas emocionales con los que llegan algunos”. Llueve sobre mojado. “Por eso necesitamos realizar un abordaje social de los problemas en el instituto”. No obstante, este hándicap se suple con un profesorado, en general, absolutamente implicado. Combinan una buena labor pedagógica y académica ―la misma que en el resto de centros escolares― con, tal y como explicaban en la Escuela Maragall de Lleida, “una labor social, emocional e incluso de orientación y ayuda a las familias”.

El día a día de la mayoría de equipos directivos y, en general, de los maestros de los centros es un continuo de llamadas, reuniones entre ellos para buscar métodos más innovadores, charlas con alumnos por los pasillos… Un no parar. En consecuencia, todos los directores de centro consultados en este reportaje hablan siempre de la falta de tiempo y de recursos que sufren. Reconocen que, en líneas generales, las cosas han ido mejorando en los últimos años, pero al haber aumentado también la diversidad y la complejidad de las escuelas, “lo que tenemos no es suficiente”. De hecho, como dice Longan, de Montcada, lo que más se necesita es “tiempo para parar un momento y pensar”.

Los profesores de este tipo de escuelas normalmente trabajan más horas que un reloj y aseguran estar sometidos a una mayor presión. No obstante, estos maestros y profesores suelen estar motivados para revertir la situación y organizan reuniones extra para conseguir más matriculados para el siguiente curso y para pensar en cómo innovar en escuelas con tanta complejidad. “Nunca tiramos la toalla ante un problema”, reivindica Josep Jassé, de la Escuela La Guàrdia.

Una de las peticiones generales para combatir la segregación pasa por la situación laboral de los profesionales de la educación: una mayor estabilidad de la plantilla, la reducción de la cifra de interinos ―que en algunos de los centros escolares entrevistados llega al 70% del profesorado— y el aumento de los recursos dedicados a aulas de acogida y al acompañamiento de los recién llegados. Como dice Longan, a veces “el profesor no puede entrar en un aula, abrir el libro y dar clase como si no pasara nada”.

Las derivadas de la matrícula viva

Tanto los expertos como los profesores consultados reclaman unas políticas educativas municipales o de la Generalitat “decididas” y “proactivas” para combatir la raíz de la segregación escolar, no el síntoma. Los directores de las escuelas, sobre todo si ya son centros de alta complejidad, se quejan de la falta de equilibrio respecto al alumnado con necesidades educativas especiales, de la llegada constante de alumnos nuevos durante el curso a causa de la matrícula viva y de las ratios especialmente altas de alumnado en el aula en determinados cursos. El equipo directivo del Joan Maragall de Lleida se ilusiona pensando que “si todas las escuelas fueran realmente iguales en la composición de su alumnado, y todas tuvieran el mismo porcentaje de alumnos con necesidades económicas y sociales especiales, no existiría el problema de la segregación ni habría escuelas públicas supuestamente mejores o peores”. Sostienen que para lograrlo “bastaría con repartir y reequilibrar mejor el alumnado entre todos los centros de una misma población”.

Por eso, Xavier Bonal, sociólogo y especialista en segregación escolar, avisa de que “hay que mejorar la detección de este tipo de alumnado en la primaria”, ya que hasta ahora la detección es de un 5%, mientras que la tasa de pobreza infantil en Cataluña es del 30%. Por este motivo, Bonal también apuesta por la matrícula única, a través de una oficina municipal que adjudicaría el alumnado según criterios claros, fuera del sistema de primera opción y a través de un sistema de puntos que fuera “mejor que el actual”.

Extraescolares y AMPA, más relevantes de lo que parecen

Otro detalle no menor que comentan casi todos los centros consultados es el problema de disponer de escasas actividades extraescolares y de unas asociaciones de madres y padres débiles, con poca participación o cuotas muy bajas, o que desconocen cómo gestionar subvenciones o ayudas para actividades o para el comedor escolar. “Cuando las familias no se implican en las cuestiones de la escuela, se nota”, asegura Montse Ruiz, desde Santa Coloma. La fuerza de las AMPA es un tema clave para todas las escuelas.

Las desigualdades escolares también están relacionadas con las barreras económicas de acceso presentes también en la escuela pública: es decir, los gastos para las excursiones, las colonias o el material escolar. El Síndic de Greuges asegura que en el caso de escuelas de barrios barceloneses como Gràcia o Sarrià, las familias abonan más de 400 euros al año de cuota en estos conceptos, mientras que en otras escuelas, como las de Nou Barris, las familias aportan 250 euros de media. Según el Síndic, eso supone que unas escuelas públicas llegan a tener un “ingreso anual privado” ―realizado por los padres― de unos 196.000 euros, mientras que otras, por el mismo concepto, se quedan en solo unos 50.000 euros de ingresos privados.

Centros acostumbrados a innovar

La gran paradoja es que los proyectos de estas escuelas que luchan contra la segregación a menudo son premiados y estudiados por su innovadora metodología, pero estos éxitos suelen ser poco conocidos entre los vecinos de sus barrios. Desde hace años, expertos y estudiantes universitarios tienen interés por conocer su innovación pedagógica o la capacidad de adaptarse a la diversidad migratoria, pero, en cambio, las familias del barrio ni siquiera van a las jornadas de puertas abiertas para romper estereotipos previos. “Tenemos una mejor imagen en el exterior que entre nuestros vecinos”, se lamenta la directora de la escuela Tanit de Santa Coloma. “Los rumores sobre que estas escuelas con más inmigrantes o más alumnos empobrecidos tienen peores resultados hacen daño, y no siempre son ciertos”, concluyen desde La Guàrdia, en Sant Vicenç, ya que “los alumnos que sacan buenas notas en la escuela, sean de origen magrebí o de aquí, siguen sacando buenas notas en el instituto”. “Lo que necesitamos, sobre todo, es cambiar nuestra imagen entre las familias de la zona, y eso hará que cada vez más, gracias al boca-oreja, vuelvan a matricular a sus hijos en el instituto”, confía la directora de La Ribera, de Montcada. Acabar con la segregación es posible.

Escuelas con la huella del proyecto Magnet

La segregación existe, y por eso el proyecto Magnet intenta revertir la situación favoreciendo las alianzas de los centros con instituciones de referencia que impulsen proyectos educativos y culturales atractivos para las familias. La Escuela Tanit, del barrio de Santa Rosa de Santa Coloma de Gramenet, que prioriza los proyectos científicos, trabaja conjuntamente con el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC. El Instituto La Ribera, de Montcada i Reixac, tiene el apoyo de investigadores de la Universidad de Barcelona para aprovechar la relación del municipio con el río Besós y el patrimonio cultural e histórico relacionado con el agua, sobre todo por el milenario canal Rec Comtal. La Escuela La Guàrdia, de Sant Vicenç dels Horts, ha firmado una alianza con la Universidad Politécnica del Baix Llobregat que permitirá desarrollar el potencial pedagógico de la tecnología y la robótica. Y, por último, la Escuela Joan Maragall, de Lleida, cuenta con aliados del sector de la comunicación (el centro audiovisual Magical Media, los estudios de Comunicación y Periodismo de la Universidad de Lleida y el Grupo Segre) para conocer cómo funcionan por dentro los medios de comunicación.

Aina Tarabini, socióloga y especialista en educación, elaboró un informe de evaluación del impacto de la fase de pilotaje del programa Magnet que ponía de manifiesto que las escuelas Magnet son un buen ejemplo de programas efectivos en la lucha contra la segregación escolar. A pesar de eso, según apunta, la segregación escolar solo se puede combatir a partir de una acción política sistémica que permita hacerle frente de forma estructural.

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la información que se hace pública en nuestro sitio web y recoger información estadística. Si se continúa navegando, considere que acepta su uso. Puede cambiar la configuración y obtener más información aquí.

Aceptar