Un ecosistema para la movilidad social en la pequeña infancia (0-3)

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A finales de septiembre, el presidente de la Generalitat anunciaba al Parlamento de Cataluña la gratuidad de las plazas públicas de P2. Entre los impactos esperados de esta medida, y en línea con las recomendaciones de organismos como la OCDE o la Comisión Europea, se espera que contribuya a la movilidad social de los niños y niñas provenientes de entornos desfavorecidos.

Pero, ¿qué limitaciones tiene la medida anunciada? ¿Será suficiente para eliminar las principales barreras de acceso y que todos los niños y niñas puedan optar a estas plazas?

Apostar por la pequeña infancia

De entrada, y con carácter general, hay que poner de relieve que toda intervención en la pequeña infancia que tenga como objetivo su promoción es más que pertinente. Por un lado, porque la neurociencia describe el proceso de interacción estímulo-respuesta (experiencia) como el principal artífice de la conexión neuronal entre distintas áreas del cerebro y su desarrollo, e identifica, precisamente, los primeros años de vida como una etapa altamente sensible al enriquecimiento ambiental y especialmente receptiva a las influencias del entorno.

Por otro lado, investigaciones como la de James Heckman señalan que la interiorización temprana de habilidades cognitivas y no cognitivas (como la confianza en uno mismo, la motivación y la perseverancia, entre otras) posibilita no solo que estas habilidades se desarrollen a lo largo de la vida, sino que a la vez actúen como multiplicadoras o prerrequisitos de otras, contribuyendo de forma significativa al desarrollo individual, social y económico.

Así lo confirman evaluaciones realizadas por programas como el Abecedarian Project, las Perry Preeschools o la experiencia de los Early Head Start que, si bien con distintas intensidades, presentan mejoras en habilidades de lenguaje o de prelectura (identificación de letras y pronunciación de palabras) o prematemáticas. Además, a estos aprendizajes se suman mejoras de salud, la reducción de problemas conductuales, una presencia más sostenida en el sistema educativo y la obtención de títulos universitarios o remuneraciones salariales más elevadas, entre otras cosas.

Así pues, ¿en qué medida la gratuidad de P2 presentada por el Gobierno de Cataluña contribuirá a la interiorización de habilidades y facilitará la promoción social de los niños y niñas más necesitados?

Límites de la política

Alcance

El primero de los elementos de análisis hace referencia al número de niños y niñas que son potenciales beneficiarios de la medida. De acuerdo con la oferta de plazas de guarderías públicas, y a pesar de su aumento durante los últimos años, solo un 18,3% de la pequeña infancia pudo acceder a una guardería municipal en 2019 (Diputación de Barcelona, 2020). Aparte de reflejar el bajo desarrollo de los servicios dirigidos a la pequeña infancia, este dato pone de relieve una cobertura muy escasa del servicio, un hecho que se traducirá en un alcance muy limitado de la política, más aún si tenemos en cuenta que la gratuidad se circunscribirá solamente a P2.

Beneficiarios de la medida

En segundo lugar, nos interesa identificar el origen social de las familias presentes en las guarderías, ya que cabe recordar que con este servicio nos interesa promocionar de forma preferente a los estratos más vulnerables.

Mientras que seis de cada diez niños y niñas de renta alta van a la guardería, el porcentaje se reduce a la mitad en el caso de los niños y niñas de estratos de renta inferiores.

La composición de las familias que actualmente recurren a las guarderías está muy condicionada por la renta familiar disponible y el coste de oportunidad que representa para estas familias. Así, mientras que seis de cada diez niños y niñas de renta alta asisten a estos servicios, el porcentaje se reduce a la mitad en el caso de los niños y niñas de estratos de renta inferiores (Navarro-Varas y Porcel, 2021), un elemento que caracteriza la composición social de este servicio por tener una mayor prevalencia de niños y niñas con madres con un nivel educativo y de ingresos más elevados, características que se refuerzan cuando el número de hijos es menor (Sarasa Urdiola, 2011).

Aunque la introducción de la gratuidad en P2 puede animar la matriculación de los niños y niñas de estratos más precarios, es más que probable que la continuidad de los niños y niñas que ya están en el centro suponga de facto una gran limitación a la oferta de plazas en P2 y, por tanto, que las opciones de acceso a este curso estén muy restringidas.

Como consecuencia, podemos prever que la inversión del Gobierno de Cataluña a través de la gratuidad de P2 no se traducirá en un beneficio generalizado para los niños y niñas que viven en situaciones más precarias.

Estrategias complementarias

Ante esta situación, la prioridad pasa por promover la incorporación de los niños y niñas de estratos más empobrecidos a las guarderías, y para hacerlo hay que eliminar las principales barreras de acceso, de carácter económico, aunque también pueden estar vinculadas a cuestiones culturales y sociales.

Aumentar la puntuación en el sistema de acceso

Por un lado, el actual sistema de acceso a las guarderías no prioriza a las familias en situación de vulnerabilidad, excepto a los progenitores beneficiarios de la renta garantizada de ciudadanía y, de forma indirecta, a las familias monoparentales o numerosas (que tienen una mayor prevalencia de riesgo de pobreza).

Así pues, habría que actualizar el catálogo de prestaciones económicas y de urgencia social (entre otras, el ingreso mínimo vital) y otorgar más puntos a las situaciones compatibles con bajos ingresos. Esta actuación, que daría una mayor preferencia a las familias con rentas bajas, posibilitaría que estas pudieran prever con antelación la cobertura del cuidado de sus hijos e hijas y, por tanto, les permitiría planificar su formación o incorporación laboral.

No obstante, esta estrategia tendría que complementarse con la reserva de plazas para hacer frente a aquellas situaciones que, por ejemplo, requieren una mayor estimulación o suponen una situación sobrevenida, es decir, esos supuestos en los que las barreras de acceso al servicio no son estrictamente de carácter económico. En estos casos, el acceso al servicio se garantizaría de forma directa a través de la derivación de los servicios sociales o sanitarios.

De todas formas, hay que tener en cuenta que ambas medidas (aumento de la puntuación y reserva de plazas) tendrían un efecto muy limitado si no se acompañaran de políticas de reducción del coste que soportan las familias, tal como propone la política analizada.

Reducir el esfuerzo económico de las familias

Tal como apuntábamos, el coste del servicio es un desincentivo al acceso, y la gratuidad del último curso tiene una fuerte limitación, que es la oferta disponible de plazas. Ante esta situación, hay que apostar por una medida que incluya el conjunto de cursos de la guardería y alivie el esfuerzo económico de las familias.

Para hacerlo posible, hay dos opciones. La primera consiste en focalizar el gasto financiero público en los hogares que sufren una situación de pobreza más grave y promover la gratuidad de la guardería para estas familias. Esta es la opción que está promoviendo el Gobierno de Portugal con la promulgación de la gratuidad del servicio para familias con rentas inferiores a 190 €. Actualmente, está estudiado elevar el umbral a 370 €.

Una segunda opción es la de promover un esfuerzo progresivo, como el que han impulsado varios municipios: la tarificación social. En este supuesto, las familias hacen frente a un coste ajustado a su nivel de renta y la diferencia es asumida por el ayuntamiento (en este caso sería asumida por la Generalitat). El objetivo de esta tarificación progresiva es promover el acceso de las familias de estratos sociales más populares (que ven como se les abarata el coste del servicio), mientras que las más acomodadas se desplazan al sector privado (porque, al tener que pagar las tarifas más elevadas, ven como se reduce el diferencial entre el servicio público y el privado).

La evaluación de la tarificación en las guarderías llevada a cabo por el Ayuntamiento de Barcelona concluye que el número de niños y niñas de familias con rentas por debajo del umbral de la pobreza de la renta de suficiencia ha aumentado un 19% (Navarro-Varas y Porcel, 2021) y, por tanto, la medida ha contribuido a que estratos de los tramos de renta inferiores pudieran acceder a la guardería.

Una de las principales ventajas del cambio de política es que las familias pueden anticipar, desde el momento de la matrícula, cuál será el coste que tendrán que asumir (y no dependen de un informe de servicios sociales, que puede serles desfavorable). A su vez, aquellas familias que atraviesan problemas económicos pero no requieren la intervención de los servicios sociales, o que no acudirían a ellos para evitar el estigma o la vergüenza que supone pedir un informe de vulnerabilidad, también solicitan el acceso al servicio (emerge la demanda).

No obstante, un par de advertencias por si la Generalitat optara por avanzar hacia la extensión de la tarificación social. La primera hace referencia a la existencia de un coste mínimo fijo por el uso del servicio (50 € en el caso de Barcelona), que puede seguir siendo un desincentivo para las familias más precarizadas. Aquí, como mínimo, habría que aplicar la gratuidad del servicio para evitar que este coste mínimo fuera una barrera.

La segunda alerta: la evaluación de los ingresos se realiza en el ejercicio anterior al del curso vigente, un elemento que supone que, en contextos de recesión económica como el actual y para los hogares con mayor precariedad y rotación laboral, haya familias que experimenten una caída de sus ingresos y no puedan hacer frene al coste de la plaza que están ocupando.

Y más allá…

Sin embargo, puede resultar ilusorio pensar que introducir la gratuidad (o rebajar el coste) de un servicio dirigido a la primera infancia comporte per se la eliminación de los factores de riesgo en los que estos niños y niñas crecen. En la parte final planteamos algunas estrategias que pueden contribuir a reforzar la movilidad, entendiendo que para desarrollar la infancia es necesario un ecosistema.

Entorno educativo de calidad

Las experiencias analizadas identifican como uno de los principales elementos de la promoción social la calidad de la experiencia educativa de la guardería. En 2015 una evaluación sobre los efectos de la educación temprana en niños y niñas de 4 años en Tennessee ponía sobre la mesa unos resultados desalentadores: “No hemos encontrado ningún efecto sostenido, ni en el desarrollo social ni en el emocional” (Andrew Flowers, 2016). El equipo de Heckman respondía incidiendo en la calidad de sus programas como elemento diferencial: grupos pequeños e intensidad de los servicios, elementos que no estaban presentes en la red pública de Tennessee.

Si tomamos la ratio adulto-niño de referencia ―factor estrechamente vinculado al argumento de los grupos reducidos y la intensidad―, la proporción de niños y niñas por profesional en Cataluña es más del doble (13,7) que en otros países que tienen más desarrollados estos servicios, como Dinamarca (3), Reino Unido (3,7) o Finlandia (4) (Sarasa Urdiola, 2011).

En los servicios de las guarderías la intervención del profesional se concentra exclusivamente en el niño. Un recurso interesante en el que se podría profundizar, en línea con lo que se hace en espacios familiares o servicios de intervención socioeducativa, es aumentar la ratio adulto-niño incorporando a los progenitores en la experiencia educativa, un aspecto que desarrollaremos más adelante.

Fenómenos como el summer learning loss ponen de relieve la necesidad de diseñar estrategias que perpetúen los aprendizajes y la adquisición de habilidades de la pequeña infancia.

Por otro lado, fenómenos como el summer learning loss (en el que la interrupción del curso durante las vacaciones de verano comporta pérdidas en competencias lectoras, vocabulario o habilidades lingüísticas) ponen de relieve la necesidad de diseñar estrategias que perpetúen los aprendizajes y la adquisición de habilidades de la pequeña infancia.

Con este objetivo en mente, una de las recomendaciones de Kauerz (2006) es apostar por un ciclo infantil en el que las experiencias de los niños y niñas sean fruto de una intencionalidad educativa, planificada y revisada, que ponga en juego todo lo experimentado en la guardería (alineación vertical [1]), consolidando y desarrollando competencias. Como puede imaginarse, esta alineación guardería-infantil tiene un factor territorial/de proximidad evidente que implica suavizar las transiciones preescolares a entornos escolares y dar continuidad e integrar los proyectos educativos de los centros y la formación de los profesionales, pero también la lucha contra la segregación escolar. En este sentido, la apertura de la escuela al entorno y viceversa es una experiencia educativa irrenunciable.

Fortalecer el entorno familiar

Como decíamos, la participación del entorno familiar tiene un efecto relevante en los logros de los niños y niñas, y más aún en edades tempranas. Por lo tanto, si queremos que haya algún efecto en la interiorización de habilidades en la primera infancia (y posteriores) hay que incorporar a las familias en la experiencia educativa de los niños y niñas. Tal y como apunta el propio Heckman, “la familia desempeña un poderoso papel en la formación de estas habilidades, aportando tanto dotaciones genéticas como entornos prenatales y posnatales, que interactúan para determinar las habilidades, el comportamiento y los talentos de los niños y niñas” (Cunha et al., 2006).

La mayoría de los programas “de éxito” referenciados persiguen que los progenitores se impliquen emocionalmente en el juego y muestren mayor calidez, promueven el vínculo y fomentan una parentalidad sensible a las necesidades y los estados internos de los niños y niñas, ofreciendo apoyo a los progenitores para que puedan darles respuesta. Y esta línea de trabajo puede ir desde mejorar las habilidades sociales, emocionales y comportamentales de los progenitores hasta fomentar las expectativas respecto a sus hijos e hijas, pasando por ayudarlos a crear ambientes de rutinas y experiencias educativas, entre otras cosas. Desde la propia escuela se pueden promover actividades en el aula o tutorías orientadas y reuniones informales, o incluso contar con la complicidad de otros agentes como los servicios sociales o sanitarios.

Crecer en una situación de “estrés tóxico” tiene consecuencias a medio y largo plazo y dificulta, entre otras cosas, los procesos de aprendizaje.

De todas formas, en paralelo habrá que reducir los factores estresantes de las familias. Crecer en una situación de “estrés tóxico” tiene consecuencias a medio y largo plazo y dificulta, entre otras cosas, los procesos de aprendizaje. Los cuidados, la estimulación y las relaciones sensibles y respetuosas con los adultos son claves para garantizar el bienestar de los niños y niñas. Si las necesidades básicas no están cubiertas, gran parte de los recursos cognitivos de los adultos se dirigen a pensar cómo garantizar la subsistencia, y la atención y el apoyo a los hijos e hijas disminuyen.

Son muchos los estudios que apuntan y cuantifican la correlación entre unos ingresos extras y el incremento de los rendimientos académicos (Mayordomo Martínez, 2020). Por tanto, en línea con lo que promueve la propia Comisión Europea con la Garantía Infantil Europea, es necesaria una prestación económica que acompañe el proceso de crianza.

En resumen

Podemos concluir, por tanto, que a priori la introducción de la gratuidad en P2 tendrá un impacto muy limitado para los niños y niñas de familias con rentas bajas. El motivo es que actualmente estas familias no participan de este servicio y la gratuidad de P2, que podría ser un incentivo para su acceso, será contrarrestada por una oferta de plazas muy reducida.

Es necesaria una política que combine una reducción del coste que soportan las familias más empobrecidas con una acción que las sitúe como preferentes en el sistema de acceso a las guarderías.

Para hacer frente a esta situación, es necesaria una política que combine una reducción del coste que soportan las familias más empobrecidas con una acción que las sitúe como preferentes en el sistema de acceso a las guarderías. Así, por un lado, y siendo conscientes de que el precio es la principal barrera para acceder al servicio, son necesarias políticas que alivien el esfuerzo económico de las familias con rentas bajas, bien a través de la focalización de la gratuidad en las situaciones de pobreza más grave, bien a través de la incorporación de una tarificación progresiva. Una política que, para poder promover el acceso y a la vez garantizar el efecto compensatorio del servicio, debe extenderse al conjunto de cursos de la guardería.

Por otro lado, hay que revisar y actualizar los criterios del sistema de acceso para otorgar una mayor puntuación a los niños y niñas que presentan más dificultades, incluso mediante la reserva de plazas para que los profesionales puedan derivarlos si su situación así lo requiere.

Así mismo, hay que seguir trabajando para garantizar la calidad de la enseñanza alineando la enseñanza reglada (más allá de los servicios dirigidos a la primera infancia) con el desarrollo y la incorporación de los recursos educativos no formales (entidades y actividades de ocio). Una apuesta que deberá situar en el centro a los niños y niñas y a las familias, reconociendo y fortaleciendo sus capacidades y habilidades.

Si para educar a un niño se necesita una tribu, es el momento de ofrecer las condiciones para que esta pueda hacerlo.

[1] A esta alineación vertical (todo lo que han experimentado anteriormente los prepara para el siguiente nivel educativo), se le suma una alineación horizontal, en la que la experiencia de lo que pasa dentro de cada ciclo se coordina, y la alineación temporal garantiza que a lo largo del año los niños y niñas reciban una experiencia de calidad que refleja la alineación vertical y horizontal.

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