El principal reto: cuidar la educación, en las políticas y en las prácticas

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31 de marzo de 2022 - Presentación del Anuario de la educación 2022 (en construcción)

Hace dos años ninguno de nosotros podía imaginar que una pandemia sanitaria conduciría al aislamiento domiciliario de millones de personas en todo el mundo y al consiguiente cierre masivo de todas las escuelas, independientemente de su modalidad o etapa educativa.

De la noche a la mañana, las escuelas cerraron sus puertas y, en el mejor de los casos y como se pudo, se pasó de la educación presencial a la educación a distancia. Desde ese momento, el espacio doméstico se convirtió también en el espacio escolar. Las madres y los padres (fundamentalmente las madres) pasaron a ser también los maestros de sus hijos e hijas, con todo lo que comporta en términos materiales, pero también afectivos y emocionales.

Hacer de maestra de los hijos e hijas no solo implica tener tiempo y recursos (sobre todo culturales) para poder llevar a cabo esta tarea, sino también contar con recursos emocionales para encargarte de una labor que a menudo te supera. Porque quieres a tus hijos más que a nada en el mundo, pero no sabes cómo enseñarles matemáticas, y menos aún del modo en que lo hace la maestra, que ahora y siempre es la autoridad pedagógica. Y esto genera angustia y malestar, y hace que te enfrentes al peligro constante de ser y ser percibida como una “mala madre”.

Simultáneamente, millones de niños, niñas, adolescentes y jóvenes pasaban a convertir sus espacios domésticos en aulas. Las fronteras entre los espacios formales e informales de aprendizaje se difuminaban. Las habitaciones (en el mejor de los casos) y los comedores (mayoritariamente) se convertían en salas de estudio. Y a través de las cámaras de los dispositivos tecnológicos, los maestros entraban ―casi literalmente― en sus casas. Veían sus habitaciones e incluso sus pijamas. Los mal denominados nativos digitales ―sobre todo los adolescentes― se ahogaban entre las paredes de sus casas y de sus dispositivos móviles; necesitaban actividad, contacto, vida.

El trabajo “productivo” y el “reproductivo” se vieron más interconectados que nunca, pero no al mismo nivel de prestigio, ni de posibilidad, ni de reconocimiento social.

Y desde el otro lado de las pantallas (cuando había pantalla, porque no siempre era así, y mucho menos una pantalla de ordenador de última generación), las maestras ejercían su labor profesional de manera simultánea a los cuidados que, de forma inexorable, impregnan nuestras vidas. El trabajo “productivo” y el “reproductivo” se vieron más interconectados que nunca, pero no al mismo nivel de prestigio, ni de posibilidad, ni de reconocimiento social. Tampoco en todos los hogares podían hacerse los mismos equilibrios entre uno y otro, lo cual descompensaba ―y sigue descompensando― las vidas.

Desde la emergencia de la covid-19, el concepto de cuidados ha inundado los discursos públicos, pero sin trasladarse a políticas y prácticas concretas.

Lo cierto es que desde la emergencia de la covid-19 el concepto de cuidados ha inundado los discursos públicos. Pero ha sido un discurso que demasiado a menudo ha permanecido en el ámbito de la narrativa, sin trasladarse a políticas y prácticas concretas. El mantra de que la crisis se convertiría en una oportunidad ha demostrado ser una falacia.

La covid-19 ha aumentado y consolidado las desigualdades que ya existían y ha creado otras nuevas. Las desigualdades de clase, género y etnia/origen que sufren nuestras sociedades y nuestras escuelas han condicionado, de modo apabullante, las formas de expresión y las consecuencias de la crisis. Los discursos que decían que todos éramos iguales ante la emergencia sanitaria han demostrado ser engañosos, tanto en su dimensión sanitaria como en su dimensión social.

El Anuario de la educación 2022, actualmente en construcción y que verá la luz en otoño, nace en este contexto pospandémico y, por tanto, no lo puede dejar al margen. No se trata de un anuario sobre los efectos de la covid-19 en el sector educativo, aunque lo cierto es que esta cuestión está presente de forma transversal en el anuario que estamos preparando y de forma específica en algunos de sus capítulos. Pero este no es su común denominador ni su espíritu.

El espíritu del Anuario de la educación 2022 es poner el concepto de cuidados en el centro, tanto en la selección de los temas como en las autorías, las perspectivas y las miradas.

El espíritu del anuario es poner el concepto de cuidados en el centro, y lo hace tanto en la selección de los temas como en las autorías, las perspectivas y las miradas. Los cuidados, de hecho, son una dimensión esencial de la justicia educativa y, como tal, van intrínsecamente ligados a los principios de redistribución, reconocimiento y representación. Porque la justicia se asocia a recursos, respeto, poder, solidaridad y afectos. Sí, también afectos. El feminismo hace años que nos enseña que los seres humanos somos inherentemente interdependientes y que hay que situar la sostenibilidad de la vida en el centro de todos los procesos sociales, económicos y políticos. Es desde aquí desde donde entendemos los cuidados e intentamos reflejarlos en este anuario.

Por un lado, se trata de un anuario escrito y dirigido por mujeres, algo que no debería sorprendernos en un mundo, el educativo, donde mayoritariamente trabajan mujeres, pero donde, como en tantos otros, la presencia pública y las posiciones de mayor reconocimiento, poder y prestigio las tienden a ocupar hombres.

Es también un anuario profundamente interdisciplinario, con contribuciones desde la pedagogía, la didáctica, la psicología social, la sociología de la educación, la antropología social y la salud pública. Porque los retos que nos ocupan son, por su naturaleza, poliédricos. Esta interdisciplinariedad también se ha querido poner de manifiesto diversificando el perfil profesional de las autoras que participan en el proyecto. Si bien no ha sido una tarea fácil, hemos intentado que estuvieran representadas en él tanto las que trabajamos en el ámbito universitario ―que seguimos siendo mayoría, porque nuestras condiciones laborales nos lo permiten― como las que trabajamos en el ámbito directo de los centros educativos y/o de las administraciones públicas. Y cuando no ha sido posible hacerlo en forma de autorías, hemos buscado esta representación escuchando las voces de los agentes de la comunidad educativa y plasmándolas, de un modo u otro, en todos los capítulos del anuario.

Hemos priorizado los retos vinculados con la justicia, las oportunidades, la inclusión, la diversidad, el aprendizaje significativo y el bienestar profesional.

Finalmente, el Anuario de la educación 2022 prioriza unos retos por encima de otros. Cualquier selección de retos es siempre parcial y, como tal, sesgada. En esta ocasión, los aspectos vinculados con la justicia, las oportunidades, la inclusión, la diversidad, el aprendizaje significativo y el bienestar profesional han marcado las preguntas a las que hemos dado prioridad.

Sin duda alguna, estos temas se pueden abordar de múltiples formas. En este caso, los hemos organizado en torno a once preguntas que consideramos imprescindibles para avanzar hacia un sistema educativo que sitúe la justicia social en el centro de acciónSon las siguientes:

  1. ¿Cómo desplegar el Decreto de Escuela Inclusiva de forma equitativa e inclusiva? (Raquel Miño y Paula Lozano)
  2. ¿Qué criterios deben guiar la programación de la oferta para reducir la segregación escolar? (Maria Segurola)
  3. ¿Qué valor añadido tienen los centros de nuevas oportunidades y cómo se pueden escalar al conjunto del sistema para garantizar el éxito educativo para todos? (Marta Curran y Aina Tarabini)
  4. ¿Cómo debe ser una formación profesional que reduzca el abandono escolar y ofrezca calidad formativa para todos los estudiantes? (Montse Blanes)
  5. ¿Cómo los criterios de distribución del alumnado dentro de los centros educativos condicionan su aprendizaje y sus relaciones? (Laia Narciso)
  6. ¿Cómo se puede despertar el gusto por el aprendizaje de todo el alumnado? (Digna Couso y Neus Sanmartí)
  7. ¿Cómo podemos capacitar a los profesionales de la educación para una gestión inclusiva de la diversidad? (Marta Casas)
  8. ¿Qué profesorado necesitan los centros de alta complejidad, cómo reclutarlo y retenerlo? (Clara Fontdevila)
  9. ¿Cómo desarrollar estrategias educativas hacia la ciudadanía digital? (Núria Vallès-Peris)
  10. ¿Cuál debe ser el papel de la educación en la promoción de la salud de niños, niñas y jóvenes? (Judith Jacovkis y Eulàlia Sot)
  11. ¿Cómo trabajar las expectativas del alumnado en el marco de las políticas de orientación de los centros educativos? (Queralt Capsada-Musech)

Como hemos comentado, estamos a punto de concluir todo este proceso de elaboración y lo compartiremos con vosotros en detalle cuando tengamos la publicación a punto para debatir y aprender conjuntamente en torno a cada uno de los nueve retos. Falta poco, ¡os mantendremos informados!

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