Trabajo por proyectos: dar sentido y aplicabilidad a los aprendizajes

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El trabajo por proyectos nos ofrece una gran oportunidad para contextualizar los aprendizajes, algo fundamental para potenciar la motivación y la mejora de todo el alumnado.

Gracias a la investigación educativa, disponemos de numerosas evidencias de que enmarcar los aprendizajes en situaciones reales o verosímiles (contextos) que son relevantes para el alumnado aporta un doble beneficio. Por un lado, incrementa la motivación intrínseca para aprender, puesto que el alumnado percibe la utilidad de lo que se trabaja en el aula por su relevancia a la hora de explicar vivencias personales, despertar vocaciones profesionales y abordar problemáticas sociales actuales. También nos ayuda a que el alumnado interiorice los objetivos de aprendizaje y explore su conocimiento previo.

Por otro lado, promueve el aprendizaje competencial, ya que los contenidos se aplican en situaciones más o menos reales de la vida cotidiana o profesional, y eso facilita que, cuando el alumnado tenga que resolver distintas situaciones (capacidad de transferir), lo haga con más destreza porque está acostumbrado a distinguir los elementos contextuales de los conceptuales para resolver la tarea o afrontar el reto.

La contextualización es uno de los componentes básicos de un buen trabajo por proyectos. De hecho, en el informe ¿Mejora el aprendizaje del alumnado mediante el trabajo por proyectos? (en catalán) se señala que es un componente decisivo en aquellas experiencias de trabajo por proyectos que se muestran efectivas en la mejora de los aprendizajes del alumnado más vulnerable.

Cabe subrayar que la contextualización no es una característica exclusiva de los proyectos. Contextualizar consiste en utilizar situaciones interesantes para el alumnado de modo que para interpretarlas sean necesarios los conocimientos que queremos enseñar. Si además el escenario inicial incluye un encargo (un problema a resolver, un reto que haya que investigar, un producto que haya que crear, un servicio a unos destinatarios…) en el que el alumnado trabaja con una cierta autonomía en equipos cooperativos para llevarlo a cabo, estaríamos transformando la contextualización en un proyecto.

¿Cómo podemos iniciar un proyecto?

Para empezar, hay que decidir qué es lo que queremos que aprenda el alumnado en ese proyecto. A continuación, hay que buscar un contexto o escenario en el que estos aprendizajes tengan sentido y decidir cuál es el reto o encargo que se planteará al alumnado. Si podemos colaborar con alguien externo al centro, ganaremos autenticidad. Habrá que diferenciar claramente el encargo del proyecto (construir un robot para un concurso) de los objetivos de aprendizaje que queremos alcanzar (diseñar un programa informático, analizar el funcionamiento de un engranaje, llegar a acuerdos al trabajar en equipo…). Eso sí, es importante tener en cuenta que trabajar por proyectos no quiere decir que los alumnos puedan decidirlo todo: hay que irles dando gradualmente una cierta autonomía en algunas partes del proyecto, pero es el equipo docente quien debe decidir, con visión de etapa, qué aprendizajes queremos alcanzar y qué proyectos nos permitirán hacerlo.

¿Cuál sería el desarrollo ideal de un proyecto?

A lo largo del proyecto, habrá que prever cómo los alumnos van a adquirir los conocimientos necesarios o relacionados con el encargo del proyecto. Quizá puedan acceder ellos mismos a las fuentes de información (libros, internet, expertos…), pero tampoco están prohibidas las pequeñas explicaciones magistrales, siempre y cuando se entienda su utilidad en el marco del proyecto. En realidad, tal como recoge la revisión de evidencias del proyecto “¿Qué funciona en educación?”, algunos estudios sugieren que el trabajo por proyectos es más efectivo cuando se combina con la instrucción directa del profesorado. En los cursos superiores de secundaria, suele ser necesario un especialista de la temática del proyecto. Habrá que organizar distintos equipos cooperativos que tengan un cierto margen en la toma de decisiones, lo que nos aportará motivación (puesto que se personaliza el aprendizaje) y permitirá desarrollar la iniciativa y la autonomía. El diario de equipo es la herramienta principal para la planificación, ejecución y revisión de las acciones necesarias para llevar a cabo el encargo, siempre bajo la guía del profesorado.

¿Cómo se pueden trabajar los ámbitos transversales a través de un proyecto?

En lo que se refiere al ámbito digital, se pueden utilizar las herramientas de comunicación (correo electrónico, chats…), establecer plazos (calendario en línea), almacenar información (carpetas compartidas), elaborar producciones digitales de forma colaborativa (textos, presentaciones, vídeos, infografías, pósteres…) y hacer entregas de tareas o productos parciales del proyecto al profesorado para que este pueda aportar su feedback y feedforward (por ejemplo, con Moodle o Google Classroom). Las evidencias indican, además, que el trabajo por proyectos da mejores resultados en los aprendizajes del alumnado cuando se utilizan las tecnologías digitales para mejorar la comunicación y la colaboración entre los miembros del equipo y con los docentes durante el desarrollo del proyecto, y para acceder a contenidos de calidad.

En lo referente al ámbito personal y social, que incluye tanto el aprender a aprender como el trabajo cooperativo, dos herramientas útiles son la carpeta de aprendizaje y el diario de equipo, respectivamente. Con la primera conseguimos que el alumnado se autorregule: que reflexione sobre el grado de consecución de los objetivos de aprendizaje y sus causas, y planifique acciones para superar dificultades y aprender más. Con la segunda pretendemos que el alumnado desarrolle las habilidades socioemocionales necesarias para trabajar con otras personas, algo habitual en cualquier profesión.

¿Cómo se evalúa un proyecto?

Pues igual que cualquier otra unidad didáctica. Al principio, hay que llevar a cabo una evaluación diagnóstica para compartir los objetivos de aprendizaje y explorar los conocimientos previos. A lo largo del proyecto, hay que llevar a cabo una evaluación formativa y formadora: recogemos trabajos de los alumnos, los analizamos y les damos feedback para que ellos mismos puedan tomar decisiones sobre cómo mejorarlos. Como profesores, también tomamos decisiones: reducir la extensión de las actividades, proponer más actividades para consolidar lo que vemos que no se ha aprendido, repartir distintas tareas en atención a la diversidad… Por último, al final del proyecto llega el momento de la evaluación sumativa: evaluamos tanto el proceso como el resultado, qué hemos aprendido y qué nos ha quedado por aprender. Todo el mundo evalúa a todo el mundo: el alumnado se autoevalúa, los compañeros se coevalúan, los profesores evalúan al alumnado y su propia labor docente, y si el encargo tenía destinatarios externos, estos también pueden evaluarnos. Además, si se considera adecuado, el alumnado puede valorar también el propio proyecto y la enseñanza de los docentes. En cualquier caso, trabajar por proyectos no quiere decir dejar de evaluar individualmente, cualquier instrumento de evaluación (sí, un examen también) nos puede ayudar a que el alumnado se dé cuenta de lo que sabe y de lo que debe mejorar, y a que planifique estrategias para seguir aprendiendo.

Y para terminar...

La investigación más rigurosa nos indica que el trabajo por proyectos se relaciona con una mejora de la satisfacción del alumnado con la experiencia de enseñanza. Así pues, aprovechémoslo, ya que trabajar por proyectos no consiste en olvidar los contenidos, sino darles sentido y aplicabilidad para que los alumnos vean la necesidad de aprenderlos y experimenten el disfrute de ser capaces de entender mejor el mundo en el que vivimos.

¿Quieres saber más?

Este artículo se redactó en el marco de la jornada “Las evidencias en el aula: ¿una educación con fundamento”. Aquí puedes recuperar los vídeos de todas las sesiones y las presentaciones de los ponentes.

  • Recupera la síntesis de Marc Lafuente (en catalán) sobre las pistas que nos ofrece la investigación más rigurosa para diseñar estrategias de aprendizaje basado en proyectos que impacten positivamente en los resultados del alumnado.

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